domingo, 6 de diciembre de 2009

CAPITULO I

Mi vida fue de lo más placentera. Siempre rodeada de lujos, atenciones y adoración. Parezco un poco quisquillosa, pero así era yo. Una pequeña princesa que tenía de todo y a la vez nada. El mundo estaba a mis pies y podía pedir todo lo que quisiera, pero aquello que en realidad anhelaba no lo encontraba y eso que deseba no lo podía comprar ni con toda la riqueza del mundo.

Desde muy pequeña, creo que desde que nací, mis padres me ofrecieron todo, pero como ya te dije, lo que yo de verdad quería no era remplazado con lujos y costosos detalles. Mama era una relacionista pública muy eficiente y solicitada en todas las empresas, se caracterizaba por su creatividad y sentido de malicia para hacer las cosas, sus ideas siempre fueron las mejores de todo el mercado, por lo cual todas las empresas la querían, pero ella, como siempre, no aceptaba ofertas menores. Era ambiciosa y calculadora, en busca de mas dinero y poder. Todas las noches, antes de ingresar al internado, escuchaba desde mi habitación como mamá le contaba a papá su próximo movimiento dentro del gran ajedrez que significaba el área mercantil. Sus estrategias me sorprendían por lo complejas que sonaban, pero la verdad aunque no hubieran sido muy complejas no las hubiera logrado entender, ya que apenas tenia unos escasos 6 o 7 años. Lo que mas recuerdo de mama es su hermoso rostro, sobre el cual se extendía un bello tramo de rasgos definidos: sus cejas perfectamente simétricas, sus ojos color…color…la verdad no logre descifrar nunca de que color eran sus ojos, eran una mezcla de miel con chocolate, que daba como resultado los ojos mas hermosos que hubiera visto antes; su nariz griega, sus labios rellenos. Y esa hermosa obra de arte que era su rostro se encontraba enmarcada por un cabello lacio y castaño, que siempre estaba recogido en un elegante moño detrás de la cabeza, lo cual, según ella, reflejaba confianza y profesionalismo. De ella fue de donde saque, principalmente, mi belleza.

Papa era algo diferente a mama. Era atractivo, si, pero siempre considere que no era lo suficiente para estar con una mujer tan hermosa como mama. El era gerente de una empresa exportadora de finas telas. Lo recuerdo como un hombre trabajador, esmerado y preocupado siempre por satisfacer los gustos de su mujer y los míos, los cuales nunca fueron muy razonables a decir verdad. Los recuerdos sobre el son algo borrosos: su cabello era lacio, con una tonalidad entre rubio y dorado, su tez era clara, sus ojos verdes y su mandíbula recta y muy varonil.

Muchas niñas de mi edad se dedicaban los fines de semanas o días festivos a celebrar con su familia en paseos al campo, viajes o cenas, pero yo, por mi parte, no era la típica chica que sale con su familia a dar un paseo los fines de semana. Definitivamente no lo era. Mama siempre viajando; Paris, Japón, Australia, New York, Canadá, Brasil…ella era una mujer de mundo y eso le encantada. Papa nunca estaba disponible los fines de semana, a menos de que tuvieras ganas de salir durante las horas de la madrugada, momento en el que el llegaba a casa. Tenía niñeras y nanas hasta para regalar (literalmente), cada vez que deseaba algo, mis caprichos y necesidades eran saciadas en un santiamén. En casa todo era un jardín de rosas para mi, y a mi me encantaba sentirme como la jardinera principal dentro de el.

Recuerdo a la perfección el momento en que una de mis muchas niñeras se atrevió a contradecirme y a negarme aquello que quería….

viernes, 4 de diciembre de 2009

PRÓLOGO

Algunos nos creemos perfectos en ciertos momentos de nuestra vida, pero todo cambia y el mundo gira y gira sin pensar en lo que puede edificar o destruir.
La perfección se logra al fin, no cuando no hay nada que agregar, sino cuando ya no hay nada que obtener[1], y es cierto. Mi supuesta perfección fue inmensa mientras duro, pero luego todo se vino abajo por la oscuridad. Oscuridad en la que no tenia nada, salvo a mi misma para defenderme, y a pesar del mar de sombras que me asfixiaba, pude encontrar una pequeña luz que me indicaba la salida.

Una luz tenue.
Una luz de sombras.
Una luz perdida, así como yo.
Pero al fin y al cabo, era una luz.
[1] Antoine de Saint-Exupery (1900-1944) Escritor francés.